...Y en el Chicago: Una de amor

Author: Rodrigo D. Granados . /

... 

El escuadrón de las águilas ya la habíamos visto; de hecho calculábamos que aproximadamente serían entre trece y catorce veces, y nos sabíamos el nombre de los personajes (apenas recuerdo el de: Nelson).
Las manzanas que bordeaban  la Iglesia de San Felipe Neri, eran extremadamente grandes; cada bloque tenía más o menos el doble de largo que las del resto de las manzanas del barrio. Por aquellas interminables calles, íbamos al cine de los curas, que no daba novedades; pero con lo que cobraban, podíamos ir los tres. El cine del pueblo valía más de tres veces el precio y había butacas mullidas; pero uno tendría que palmar y esperar al resto;  ¡y encima!, tocaba el otro subgénero en que discriminábamos el cine, aparte de las películas de vaqueros, guerra o romanos, ... una  de amor.
A veces, hasta que parecía que Nelson estaba más experimentado y valiente; recuerdo incluso un día en que nos enseñó, que en su lengua, gracias se decía “Penquiu”, y pañuelo: janquerchid.
¡No había color!, y aunque llovía, nos lanzamos a ver qué nos deparaban aquellos aguerridos pilotos, que hablaban más rápido de lo que podíamos leer.

Bienvenido

Author: Rodrigo D. Granados . /

Hay una canción que dice que todos necesitamos un sitio al que llamar hogar; para unos, este puede ser un bar, su trabajo o su ambición. En mi caso, soy un hombre casero. Me gusta disfrutar de ese lugar especial en que podemos ser quienes somos; sin modificaciones exógenas de protocolo o respeto a las expectativas del “otraje”, como definiría agudamente Fernando Pessoa a los entes fronterizos con uno mismo. Mis normas de etiqueta son extranjeras al mundo, porque, a solas, su utilidad es apenas un compendio de acciones prácticas que operan el sistema de vida que me doy, basado en mis convicciones y gusto. Este es mi tercer hogar, después de haber desertado de uno y perdido otro; y como dicen que a la tercera va la vencida, debería yo alegrarme de haber llegado a puerto. No lo haré, porque he aprendido que todo puede cambiar,  y no hay vencidas para el destino; me dedicaré a vivirlo con intensidad cada día, como si fuera el último.  Como propusiera Montesquieu dedico un minuto cada día a pensar en la muerte, para poder gozar el resto del día con perspectiva, y si eso es pesimismo prosaico, ¡Bienvenido sea a esta casa!

Idas y venidas

Author: Rodrigo D. Granados . /



***
De aquí para allá, la vida se ha empeñado en empujarnos. Antes podías nacer y morir en un sitio sin haber visto nunca el aspecto que tenían los forasteros. La sociedad industrial le dio un buen meneo al mundo, y las migraciones intercontinentales comenzaron para no acabar hasta hoy.
La demografía y la poco elegante gula de los poderosos (ellos dicen competencia), instauró un nuevo orden laboral: el de las deslocalizaciones. O sea que ya, no sólo la gente emigra, sino que lo hace también el trabajo, yendo a hacer las américas muy hacia el oriente; ya sabéis aquello de: "si la montaña no va a Mahoma..."
Las fronteras ya no son un exilio o unas vacaciones, sino un trámite para reubicarnos en un mundo que se queda pequeño. Vamos camino a convertirnos en temporeros del diploma y el teclado, y hay quien piensa aliviado que al menos pesan menos que un pico y una pala